Una dupla por la cultura
Desde hace casi 25 años, las promotoras y editoras Carolina Farías y Dominica Martínez encabezan equipos que han trabajado de manera ejemplar en favor de las humanidades en el Estado.
Daniel de la Fuente, El Norte, Cultura, 2 de marzo de 2025.
En la historia cultural de Nuevo León ha habido no sólo grandes artistas de todas las disciplinas, sino también promotores culturales de envergadura.
Algunos de estos animadores humanísticos formaron duplas que han trabajado de manera esforzada por las bellas artes: es el caso de los equipos que encabezó en la Universidad de Nuevo León el prohombre de la cultura Raúl Rangel Frías con Ernesto M. Zertuche y Alfonso Reyes Aurrecoechea, respectivamente, y el de Rosario Garza Sada y Romelia Domene en la institución titán Arte A.C.
Dos nombres que pueden ser integrados naturalmente a este capítulo de la promotoría cultural son los de Carolina Farías y Dominica Martínez, quienes han laborado juntas desde 2001 en el Consejo para la Cultura de Nuevo León y, desde 2004, en el Fondo Editorial de Nuevo León, casa editora del Estado.
Víctor Zúñiga, ex director de la División de Educación y Humanidades de la UDEM y coordinador del tomo cuatro de la Biblioteca de las Artes de Nuevo León. Promotores culturales, afirma que ha colaborado con Carolina y Dominica para echar a andar proyectos culturales y editoriales.
“Son, cada una con su propia formación, profesionales destacadas que han hecho posible que Nuevo León cuente con una editorial que nos ofrece un abanico de publicaciones versátil, variado, de calidad, pertinente y representativo de los intereses de los lectores nuevoleoneses”, afirma.
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Carolina nació en Monterrey el 28 de noviembre de 1952. Hija de Juan Farías y Carolina Campero, fue la quinta hija de Juan, viudo de Angelina Volpe, con quien tuvo cuatro hijos, y la primera de siete hijos del padre con Carolina.
De infancia bulliciosa en una casa llena de familiares y amigos de la que salió hasta que contrajo matrimonio, Carolina se orientó muy pequeña a la lectura, así como a las artes visuales.
“Las artes plásticas fueron otra gran afición, mirar e intentar pintar significaron un gran entretenimiento, pero no una actividad profesional, a pesar de las prolongadas clases que tomaba con el acuarelista Antonio López Oliver, que era mi cuñado.
“Con la danza nunca pude, pues, como dicen por allí, tengo dos pies izquierdos, y con el canto menos, por más clases que tomé resultó que soy incapaz de repetir las notas que oigo. Pero la falta de éxito en la ejecución artística, lejos de alejarme de las artes, impulsaron mi deseo de conocer y disfrutar”.
Apasionada de la literatura, la historia y la filosofía, cursó la carrera de Ciencias de la Información y la maestría en Humanidades, ambas en la UDEM, así como un doctorado en Literatura Comparada en la UNAM. Su nombre cobró notoriedad pública cuando su amiga Alejandra Rangel la invitó como Secretaria Técnica al Consejo para la Cultura de Nuevo León, creado en 1995.
“Me gustaba el trabajo y la estructura de un consejo en el que las comunidades artísticas participaban activamente, tanto en la gestión de la política pública como en la propuesta de actividades de cada área”, dice sobre este organismo pionero.
“Además de ser único en el País, era el proyecto ideal para impulsar la creación y la promoción de las artes. Siempre tuve una gran admiración por el liderazgo y la visión de Alejandra”.
Fueron años de consolidación para la cultura nuevoleonesa y Carolina participó activamente: se generó confianza y participación de las comunidades artísticas, académicas y de la sociedad civil; se lograron espacios para la Cineteca y después para el Centro de las Artes, así como el Encuentro Internacional de Escritores, proyecto insignia aún vigente.
“Otros programas notables que se llevaron a cabo fueron los centros de escritores y compositores, los encuentros de danza y teatro, así como un sinnúmero de actividades que echaron raíces en la comunidad y continuaron en estos 30 años”, dice.
Tras la salida de Alejandra de Conarte en el 2001, Carolina asumió la presidencia del organismo, donde dio continuidad a proyectos como el Encuentro de Escritores y el Teatro Escolar, así como programas musicales con la colaboración de la Secretaría de Educación. Entre las ediciones destacaron la colección Árido reino y Nuevo León. Imágenes de nuestra memoria.
“Muy especial mención merece la colaboración de Dominica Martínez, quien en 2001 ocupó la Secretaría Técnica en la que yo había estado y desde entonces hemos trabajado juntas”, comenta. “Se dice fácil, pero ya son 25 años de contar con ella para sacar adelante cada actividad y superar cada reto”.
Tras el nombramiento de Alfonso Rangel Guerra en la presidencia de Conarte, Carolina fue designada directora general del Fondo Editorial de Nuevo León que, hasta la fecha, ha publicado más de 600 títulos. Y con ella se fue Dominica, como directora editorial.
“Un logro central es la formación de un acervo valioso para Nuevo León. Tenemos tres colecciones ya tradicionales a las que cada año agregamos títulos o hacemos reimpresiones de los libros agotados: Historia, Coetáneos y Nuestro Arte”, comenta la promotora, madre de Carolina, Patricio y Alejandra, y quien tras quedar viuda de Patricio Guerra, contrajo matrimonio con Enrique Provencio.
“Además, contamos con un acervo creciente de obras para niños con cada vez mayor tiraje y mejor distribución por ser coediciones con las secretarías de Cultura y Educación”, señala. “Mención especial merece la colección Apapachos, con más de 20 títulos, que incluyen autores e ilustradores locales”.
El escritor Pedro de Isla fue vocal de literatura durante su gestión en Conarte y dice que, cuando se piensa en referentes del compromiso con el libro en Nuevo León, sin duda se piensa en Carolina.
“No sólo por el rigor con el que trabaja, sino porque conoce todos los vericuetos del proceso y sabe cómo resolverlos. Desde el inicio de Conarte fue la responsable de llevar a buen puerto un proyecto literario que detonó en lo que hoy tenemos en la Ciudad: una vasta producción universitaria, gubernamental y de editoriales independientes que, directa o indirectamente, le deben mucho al trabajo de Carolina.
“Lo digo sin dudarlo: sin ella Carolina Farías, el mundo de los libros en Nuevo León no sería ni la mitad de lo que es hoy en día”.
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Nacida el 18 de enero de 1964, en Santander, Cantabria, en España, Dominica es la mayor de dos hijas de Enrique Martínez y Dolores Ajuria.
Vivieron en Mollet del Vallés, en la provincia de Barcelona, después se trasladaron a Orihuela, en Alicante. Cuenta que la influencia cultural le vino por su madre, a quien le gustaba leer y ver cine.
“Me acuerdo cuando nos leyó Platero y yo, cómo lloré. También le gustaba contarnos historias de la familia, de su pueblo, de las que le habían contado a ella. Hoy en día lo sigue haciendo, muy buena narradora.
“Mi padre siempre mostró interés por la geografía y las costumbres de los pueblos. La curiosidad por saber las historias de los lugares, la arquitectura de las ciudades también fue algo que nos enseñaron”.
Dominica llegó a Monterrey porque, mientras cursaba becada por el gobierno francés la Escuela del Museo del Louvre, conoció en París a Gabriel Mayagoitia, hoy su marido, quien hacía el doctorado en Derecho en la Sorbona.
Trabajó como maestra en el Tec de Monterrey y en la UDEM, impartiendo historia del arte, museología y español. Posteriormente entró al Museo de Historia Mexicana como coordinadora de difusión cultural.
“Entré a trabajar en el museo meses antes de que se inaugurara, hace ya 30 años. Mis recuerdos son muy buenos. Era todo nuevo, por desarrollar, con un equipo joven en todas las coordinaciones, con ganas de hacer, aprender y de formar parte de un proyecto que mostraba al público la historia de México de una forma innovadora”.
Su coordinación tuvo a cargo el contacto con el público, las actividades culturales, servicios educativos, las visitas guiadas y la biblioteca de historia de México.
“Considero que uno de los logros fue formar un gran equipo. Trabajé con las mejores: Mireya González, Blanca Muñoz, Gloria Ramos, Claudia Lozano. Se llevaba a cabo un programa con cursos sobre historia de México bastante concurridos y con asistentes asiduos, ciclos de cine, servicios educativos orientados a las escuelas y que incluían actividades diseñadas para cada grado escolar, visitas guiadas y atención personalizada a los usuarios de la biblioteca”.
Claudia la describe: “Domy es una mujer excepcional que posee una inteligencia superior y, a la vez, un alto sentido humano. Dejó su natal Santander para venir a entregar su vida a la promotoría cultural y al mundo editorial, dos terrenos que son difíciles y que están en constante lucha por presupuestos dignos.
“Hay que entender su labor desde su entrega personal y desde su perseverancia por hacer las cosas siempre con excelencia. Esta Ciudad le debe mucho”.
Llegar a la Secretaría Técnica de Conarte cuando Carolina, su ex compañera de cátedra, fue presidenta del organismo fue muy enriquecedor para Dominica, quien es madre de Pablo y Lucía.
“Cuando llegué ya se había hecho un gran trabajo por parte del equipo que inició Alejandra Rangel a la cabeza con Carolina como Secretaria Técnica. También ya estaban en marcha el Centro de las Artes y la Cineteca”, afirma y destaca que se mantuvo el espíritu democrático con los gremios.
Con 19 años en el Fondo y más de 600 títulos, Dominica destaca la edición de libros de historia de autores clásicos y otros más recientes, y unos de gran formato, muy atractivos, con mapas e ilustraciones.
“Las guías de árboles, mariposas, aves y flores son muy atractivas y dan información sobre la naturaleza de Nuevo León, algo que pocos estados pueden presumir.
“Los libros para niños los pueden disfrutar toda la familia, que es la mejor manera de que se genere el interés por la lectura. Las colecciones de literatura y de arte acogen a los autores de la región y dan la oportunidad a los creadores de publicar y a los lectores de conocer el estado del arte en Nuevo León”.
A largo plazo, dice esta mujer que ha residido más de tres décadas en la Ciudad, el reto de toda institución es perdurar.
“Una vez nos dieron un reconocimiento, bromeando”, cuenta. “Era el Premio ‘Manny Pacquiao’, porque el Fondo aguanta todos los golpes”.
Víctor Zúñiga reitera el gran valor de esta dupla de promotoras culturales: para dar un botón de muestra, dice, las publicaciones del Fondo Editorial de Nuevo León sobre los árboles, mariposas, las aves y las flores de la región constituyen libros de cabecera de uso frecuente en su biblioteca.
“Celebro que las autoridades estatales hayan reconocido, sexenio tras sexenio, la valiosa contribución que Carolina y Dominica ofrecen a la sociedad de Nuevo León”, afirma.
“Espero que este reconocimiento se mantenga muchos años más y que sigamos siendo beneficiados por el extraordinario profesionalismo que las ha caracterizado”.