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Reseña

Pero qué maldita necedad de perder el amor

Autor: Lucía Yépez

Fiel a la poesía

Daniel de la Fuente

Vida, El Norte, 23 de septiembre de 2023

No son muchos los autores en estas tierras que manejen con tal precisión y originalidad el lenguaje en torno al amor y desamor como Lucía Yépez.

Acaso hay otras autoras, como Gloria Collado, Minerva Margarita Villarreal y Leticia Herrera que, sin parecerse, han construido una poética del amor en la que el erotismo, lo sagrado y hasta lo contrario de ambos toman en sus versos una dimensión sobresaliente.

En el caso de Yépez (CDMX, 14 de septiembre de 1941), la autora utiliza el lenguaje de una forma intuitiva y sagaz, afirma Marisol Vera Guerra en el más reciente libro de la poeta: Pero qué maldita necedad de perder el amor, publicado por la UANL y el Fondo Editorial de Nuevo León, bellamente ilustrado por la artista Lupina Flores.

Doctora en Letras y Humanidades, Yépez Villafuerte es autora de libros como Con cicatrices pero a salvo (1994), Nosotros, los malditos y el resto (Premio Nuevo León de Literatura 1998) y Solo lirios y girasoles para una noche de lluvia (Premio Concurso Estatal de Tamaulipas 2016), entre otros.

 

El amor/desamor nunca pasarán de moda para la poesía. ¿No es así?, se le pregunta a la poeta.

«Son temas universales y nunca pasarán de moda para la poesía porque son temas que siempre estarán presentes en la humanidad, son temas que nos hacen sentir vivos y nos inspiran y la poesía es una forma de hacer que el amor nos dure más y el olvido menos».

Yépez afirma que le llevó tres años publicar Pero qué maldita necedad de perder el amor: años sobre todo de revisar, borrar y borrar, con tal de no repetirse.

 

Ciertamente el libro actual es el de la madurez.

«No podría decir si es o no es un libro que muestre mi madurez como poeta, eso lo decidirán críticos y lectores que lo lean, pero a mí me ha llenado de algo que ninguno de mis otros libros había hecho: por primera vez me sentí segura de haber creado algo que me llenaba de orgullo y que dentro de mi bibliografía representa mi mayor logro, esto sin detrimento de mis otros libros. Todos y cada uno representan un peldaño para llegar a este el más nuevo, no el último».

 

Con cicatrices pero a salvo, de 1994, es un libro fundamental. ¿Quién eras entonces?

«En 1994 era yo una desconocida tratando de adaptarse a este mi nuevo lugar de residencia y al cual no quería yo llegar. Mi cambio de residencia se debió al trabajo de mi esposo, que como militar estaba sujeto a cambiar de residencia de un estado a otro, pero este cambio fue problemático: las noticias y el periódico mostraban a Monterrey como un lugar donde los niños morían por deshidratación y diarrea debido a las horribles temperaturas que azotaban la entidad. Yo llegué aquí en el 68.

«Mi carrera literaria empezó en el primer taller literario al que acudí auspiciado por la UDEM y coordinado por el maestro Xorge Manuel González y donde tuve mi primera participación literaria en Palabras para llevar (1991). También participé en el taller coordinado por el poeta José Javier Villarreal, y llegó Con cicatrices pero a salvo en 1994 y ya lo demás es historia.

 

Se cumplen 25 años de Nosotros los malditos y el resto, libro clásico por el que obtuviste el Premio N.L. de Literatura.

«Si veo mi inicio y voy de libro en libro desde Con cicatrices hasta Pero qué maldita necedad encuentro las raíces de algo que perdura a través del tiempo: cómo mi poesía se fue transformando, cómo aparece la contradicción entre lo sacro y profano y también como emerge poco a poco y de tanto en tanto hasta convertirse en el sello de Pero qué maldita el juego con el lenguaje.

 

¿Qué has pretendido con la poesía estos años?

«Esta pregunta hasta hoy no me la había planteado, sin embargo, trataré de bucear dentro de mí y contestarla y no es intención son intenciones.

¿Qué pretendo? Ni adoctrinar, ni educar, ni ser ejemplo de nadie. Pretendo solo mostrar mi visión de este mi mundo, muy personal, plasmar mi forma de ver y entender la realidad explorando mi identidad, reivindicar mi diferencia y diversidad, así como experimentar con el lenguaje, tratar de innovar, romper con normas y límites del lenguaje y finalmente establecer diálogos, complicidades, confrontaciones o provocaciones con mis lectores».

 

¿Hacia dónde va tu poesía, Lucía?

«He dicho mucho de lo que quería decir, pero no todo lo que quiero decir. He dicho lo que el tiempo, el destino y la vida me han permitido decir. He dicho lo que el lenguaje, el ritmo y la forma me han permitido decir. He dicho lo que el silencio, el vacío y la ausencia me han obligado a decir. Me falta aún mucho por decir, pero no sé si podré decirlo. Me falta decir lo que el sueño, la memoria y el deseo me inspiren para decir.

Me falta lo que el amor, la esperanza y la fe manifiesten para decir, pero no importa cuánto diga o me falte decir, lo importante es seguir diciendo, seguir buscando las palabras precisas, la imagen exacta, la emoción verdadera. Seguir siendo fiel a mi poesía, a mi razón de ser».

 

¿Es tiempo de cosecha?

«No lo creo, pienso y quiero morir con la pluma en la mano por si en el cielo no hay plumas para escribir».